Sobre TRUFA DE lA VEGA – la TRUFA NEGRA DE INVIERNO
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noviembre 7, 2024 a las 7:51 pm #11367anderson68jParticipante
<br> Cómo entrenar perros para buscar trufas. Hay perros vacunados que tienen bajas las defensas y pueden contraerlo. Para ello, habrá que evitar el biberón y las mamas de su madre, pues recordemos que por el problema no podrá succionar bien. Todo es falso; pero tan bien apañado, que la filfa parece verdad: las mujeres enloquecen, los hombres aflojan los cuartos, los curas bendicen, los alcaldes toleran, y los malditísimos charlatanes se van a otro pueblo cargados de dinero, sin más trabajo que ir recogiendo por el camino las piedrecitas del Monte Sinaí». 6 Y él se levantó, y entróse en casa; y el otro derramó el aceite sobre su cabeza, y díjole: Así dijo Jehová Dios de Israel: Yo te he ungido por rey sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel. Las piedrecitas del Monte Sinaí, donde Dios le dio a Moisés las Tablas, se venden al peso, por adarmes, y valen dos, dos y medio, y tres reales: en relicario con cristal, valen seis y ocho reales. Para el completo engaño de la gente, llevan esos pillos testimoniales de cada cosa: son papeles escritos en arábigo, y traducidos al español por un monje que acredita la procedencia del género, y luego firman y dan fe priores, abades, y hasta cónsules mismamente.<br>
<br> «Paréceme usted un gladiador de mar -le dije-, y tan lucida y airosa es su facha, señor mío, que le dan a uno ganas de llamarle Neptuno». Don Higinio, el Capitán y el Castrense mismo, no ocultaban sus ganas de vestirse a lo moro, de hablar el árabe, de tener provisión de hermosos caballos y un rebaño de lindas mujeres sumisas. Ambos estaban en el comedor con el Capitán, éste leyendo periódicos de Madrid, don Higinio haciendo cigarros de papel en una maquinilla. Poco después estaba yo en la cocina, donde supe por Polonia que don Higinio había convidado a comer a su amigo, el marino atlético, que en brazos lo sacó de las apreturas del gentío momentos después de la ejecución. Mi hermano Gil es agudo como el hambre, vivo como la pólvora, de rostro muy moreno, el labio un poco grueso, los ojos como endrinas. Las botellas de agua del Jordán, para lavar los ojos enfermos, u otra parte del cuerpo en algún caso, varían, según el tamaño, de siete a doce reales, y lo mismo los rosarios de huesos de aceitunas del Getsemaní. Entonces veo, siento, escucho; la luna despierta a las grandes mariposas; el viento cálido abre las flores nocturnas; el agua de los grandes estanques duerme.<br>
<br> Al verle en pie, para corresponder a mi saludo, admiré su arrogante figura y la ruda belleza del rostro en que habían escrito sus rigores el viento y el sol. 7 Y herirás la casa de Achâb tu señor, para que yo vengue la sangre de mis siervos los profetas, y la sangre de todos los siervos de Jehová, de la mano de Jezabel. 9 Y yo pondré la casa de Achâb como la casa de Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahía. 8 Y perecerá toda la casa de Achâb, y talaré de Achâb todo meante á la pared, así al guardado como al desamparado en Israel. Y él dijo: Así y así me habló, diciendo: Así ha dicho Jehová: Yo te he ungido por rey sobre Israel. Y él les dijo: Vosotros conocéis al hombre y sus palabras. 5 Y como él entró, he aquí los príncipes del ejército que estaban sentados.<br>
<br> No menos asombrado que yo, el Ansúrez de mar me pidió con interés febril noticias de todo el familiaje que nombré. ». No pude sustraerme al interés de estas noticias. Esto es análogo a la dispersión de semillas en frutos de angiospermas. En tales momentos de comunismo en que todos se comparten los frutos de las prolíficas playas, no faltan escenas que amenicen la monotonía del acto de mariscar, como los pleitos de las aves al disputarse una presa o las rencillas entre perros i chanchos al atrapar los despojos que suelen abandonar los amos. Narrador: Puede requerir tiempo, pero encontrar una buena puede hacer que valga la pena el trabajo. Con un gorro encarnado, unas bragas azules, chaquetón o balandrán con botones de moneditas y adorno dorado, se hace un empaque como el de esos griegos o turcos que vemos en los muelles de Marsella y de Génova. Todo estaba tal como lo habíamos dejado: la mesa y los bancos de la playa, en pié; el hoyo donde se hizo el asado, y las piedras del hogar, intactos; pero la atmósfera se hallaba ya purificada, pues consumidas las ostras por el sol no exhalaban ya mal olor.<br> -
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